SOBERANÍA ENERGÉTICA. PABLO COTARELO


La cultura de la soberanía energética

Pablo Cotarelo, analista del sector energético 
(artículo publicado el 21 de noviembre de 2013)

El profundo e intenso cuestionamiento actual sobre la legitimidad del contrato social, y de las instituciones que de él derivan, y sobre cómo se deben satisfacer las necesidades de las personas, también ha llegado al mundo de la energía. Parecía éste un ámbito vedado a la crítica social no minoritaria debido a la rigidez, el control del poder y la complejidad que la rodean. Sin embargo, en los últimos tiempos se han ido dando una serie de acontecimientos que han posibilitado que las fronteras que separan los territorios susceptibles de crítica de los que no, hayan ido desapareciendo.

Se puede detectar que el reciente cuestionamiento energético tiene puntos en común con el resto de movimientos sociales que realizan una crítica radical al sistema. Como parte de dicha cultura, el recién nacido movimiento por la soberanía energética cuestiona el oligopolio energético, en sus dos vertientes1 aunque sesgado hacia la eléctrica. No rehúye la confrontación, es decir, no se niega un papel reactivo como herramienta para reafirmarse, difundir, influir y movilizar. Un ejemplo de ello son las plataformas ciudadanas creadas en los dos últimos años para denunciar los proyectos de fractura hidráulica que se planean en sus territorios,2 y que también incluían entre sus objetivos la búsqueda de alternativas al modelo energético actual. Objetivo común con iniciativas donde el aspecto que más resalta es el propositivo como vía necesaria para recuperar la soberanía colectiva. Es el caso de las comercializadoras de electricidad de origen renovable en formato de cooperativas, que van ganando peso firmemente: Som energia (Girona), la pionera, y GoiEner (Gipuzkoa) y Zencer (Cantabria)3, más recientes, completan una propuesta de soberanía energética que puede comenzar ya mismo desde el propio consumo y con una gestión compartida entre l@s soci@s.

Se puede detectar que el reciente cuestionamiento energético tiene puntos en común con el resto de movimientos sociales que realizan una crítica radical al sistema

Pero probablemente el salto cualitativo que ha permitido aumentar la integración de actores sociales y, fundamentalmente, poner el tema energético encima de la mesa del debate público fue el nacimiento, en otoño de 2012, de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético4 (Madrid-Extremadura). Una pequeña chispa de inicio en la inmensidad que se terminó convirtiendo en un gran fuego. A través de una intensa actividad interna, de cohesión y autoformación, y externa, de denuncia y presión, han obtenido una alta calidad en sus propuestas, la extensión rápida del movimiento en diferentes formas (Madrid, Cataluña, País Valenciano, Canarias, Euskadi, Navarra, Andalucía, Extremadura,…), y una gran penetración en los puntos débiles del poder con sus denuncias en instancias judiciales e instituciones europeas5. Se trata de un movimiento que ansía construir un nuevo paradigma energético “desde abajo y para las personas”, desde unos fundamentos energéticos, sociales y políticos sólidos. No en vano el foco social y mediático exige un rigor especial a las iniciativas que se autodenominan alternativas a lo existente. En definitiva, el papel que juegan este tipo de plataformas es el de posibilitador y catalizador de sinergias entre actores de diversas procedencias y territorios. Los avances producidos hasta la fecha así lo indican, como también ponen de relieve la especial predisposición de l@s implicad@s para entenderse, superar sus diferencias y concentrarse en los objetivos comunes.

Resulta asimismo evidente que para llegar a esta situación se ha aprendido mucho de los planteamientos y maneras de trabajar de otras propuestas, que también se van incluyendo en el presente movimiento. Entre otras, la de pueblos en transición 6 (transition towns), que nace en el Reino Unido y se extiende con el tiempo por zonas de Madrid, Baleares, Cataluña, Andalucía,…. , y que poniendo el acento en la construcción de comunidades que vivan la realidad futura sin combustibles fósiles, aporta la atención prestada a la formación de redes descentralizadas y autosuficientes, la auto-formación continua, la creatividad y la necesidad de la sostenibilidad como principio rector. El movimiento antinuclear subraya, por otra parte, la importancia de los conocimientos técnicos y políticos para enfrentarse al poder energético, que la batalla es un carrera de fondo y que la labor de difusión y comunicación ha de ser planteada de manera estratégica y rigurosa. Y de la red P2P (peer-to-peer, o red entre iguales), que procede de otro ámbito bien diferente, se extrae su profundización en el significado y en las posibilidades que ofrecen las redes sociales (ya sean virtuales o reales), así como en la importancia de la robustez y agilidad de las mismas.

Ahora bien, este movimiento se enfrenta a una serie de retos importantes, que en algunos casos pueden resultar vitales. Uno de ellos es el mantenimiento de la tensión formativa, comunicativa y, fundamentalmente, movilizadora, que permita ir evolucionando en la búsqueda de minorías mayoritarias (la famosa masa crítica). También habría de arraigar más allá de los núcleos urbanos significativos. Así como aspirar a ganar mayores cotas de legitimidad y representación popular. Aunque posiblemente el mayor desafío será construir proyectos concretos alternativos, profundamente fundamentados en las sinergias derivadas de la unión de diversos actores y reproducibles a varias escalas. Que sean capaces de funcionar en paralelo al sistema actual, que en sí mismos respondan a las necesidades de la gente (sin distinción entreconvencid@s y no convencid@s) y, como consecuencia de todo ello, supongan una amenaza/competencia sólida al oligopolio existente. Esta es una de las mayores dificultades a las que se han enfrentado los movimientos de alternativa energética hasta el momento: resistir tanto las imperfecciones propias como los embates del sistema en la elaboración de propuestas alternativas bien fundamentadas, escalables, coherentes y perdurables.

Pero también en algunos aspectos existe todavía un margen de mejora. Aspectos que se relacionan con el aprendizaje individual y colectivo. Es el caso de la dificultad para asimilar la complejidad de los conceptos y el funcionamiento del mundo de la energía. Además, a pesar de los avances todavía se deben superar barreras significativas respecto a las herramientas de internet, como los prejuicios a utilizarlas, la brecha digital o los problemas técnicos.

En cualquier caso, el escenario que se nos presenta no deja mucho lugar a confiar en alternativas energéticas que provengan del mismo sistema o que se basen en la ficción de la abundancia infinita, como el actual. Una crisis energética marcada por el agotamiento inminente del petróleo denominado barato, unida a la crisis climática (asumida por el sistema como inevitable), y unos oligopolios energéticos concentrados en seguir haciendo negocio, invirtiendo en ese concepto abstracto y especulativo de la Energía (con mayúscula), solamente puede enfrentarse centrando la atención en las energías (con minúscula) que satisfagan las necesidades reales de la población. Estamos siendo testigos de la muerte de un paradigma energético que sostiene un paradigma económico y social imposible. La creación del nuevo paradigma está en marcha y, a diferencia del periodo de paz social inmediatamente anterior al actual, están abiertas las puertas a todas las opciones que se puedan barajar partiendo desde el presente. Lo cual significa que el cambio se dará, sí o sí. Pero también que será en condiciones de lucha constante. El movimiento por la soberanía energética da sus primeros pasos para dar respuesta a los desafíos de un momento histórico único, donde la energía disponible será decreciente. De la capacidad de organizar proyectos viables, y de la flexibilidad y adaptación a las circunstancias que se vayan presentando, dependerá el tipo de modelo energético que tengamos en el futuro. El principio einsteiniano de transitar nuevos caminos para hallar nuevas soluciones está claro, solo resta lo más complicado: las soluciones concretas.

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